Hace apenas unos meses un estudio realizado por científicos de la Universidad de Harvard volvió a confirmar la existencia de la irisina, una hormona cuyos niveles aumentan durante el ejercicio físico. Decimos “volvía a confirmar” porque desde 2012 varios artículos han tratado la existencia o no de esta sustancia en humanos.

Esta vez se confirmaba definitivamente lo que ya se había visto en ratones, que la irisina está presente en nuestra sangre y que sus niveles aumentan cuando se hace ejercicio. Así, los autores del estudio, dirigido por Bruce M. Spielgeman y publicado en la revista Cell Metabolism, demostraban que la irisina humana, a pesar de que circule a niveles muy bajos (en nanogramos) por la sangre, es comparable a hormonas biológicas tan importantes como la insulina.

Los científicos de Harvard desarrollaron además una técnica para medir con precisión la cantidad de la sustancia en el organismo, antes y después de la actividad física y demostraron que esta hormona jugaba un rol fundamental a la hora de convertir la grasa blanca (lugar de acumulación de los recursos energéticos del organismo) en grasa oscura (metabólicamente más activa).

Sin embargo, los beneficios de la irisina no se quedan ahí. Una investigación conjunta de la Escuela Icahn de Medicina de Mount Sinai, en Nueva York, y las universidades italianas de Bari y Ancona, han llegado a la conclusión de que la hormona, además de ayudar a quemar grasas, fortalece la salud de los huesos, produciendo una mejora de su estructura, resistencia y fuerza.

De este modo, en el estudio, publicado en la revista PNAS, se desvela una de las incógnitas que existían en torno a la forma de comunicación entre hueso y músculo. Y es que, aunque se sabía que el ejercicio era beneficioso para la formación de hueso nuevo, se desconocía de qué manera.

"Por primera vez se establece que una molécula liberada por los músculos durante el ejercicio puede actuar directamente sobre los huesos largos para aumentar su fuerza”, explica uno de los autores del estudio, Mone Zaidi, profesor de la Escuela Icahn de Medicina del Monte Sinaí. 

Gracias a este descubrimiento se abre la puerta para la producción de terapias que puedan combatir enfermedades como la sarcopenia -pérdida gradual de la masa muscular- o la osteoporosis -debilitamiento de los huesos-. "Estas enfermedades a menudo ocurren juntas y la pérdida muscular y de hueso son problemas médicos comunes en los ancianos que causan discapacidad significativa”, afirma Zaidi.

“Entender esta relación molecular entre el músculo y el hueso nos da esperanzas para el tratamiento de la pérdida de hueso y de músculo relacionada con la edad, al mismo tiempo y con el mismo agente", concluye.

Así que si todavía te faltaba algún argumento para levantarte del sofá y lanzarte a hacer ejercicio... ¡ya lo tienes!