Ser honesta y realista contigo misma puede ayudarte a reconocer los esfuerzos por los que debes pasar para tener un progreso real. Vamos a ver las mentiras más comunes que solemos hacernos cuando queremos engañar a la báscula.

No me puedo permitir la comida saludable

La realidad es que la gente se gasta el dinero en lo que verdaderamente es importante para ellos. Tal vez pagues más por la comida saludable, pero también estás invirtiendo en mejores y mayores nutrientes.

Al final tienes que quedarte con la relación entre calidad y precio. Además hay muchas maneras de ahorrar en estos productos. Puedes aprovechar los alimentos de temporada que, además son más frescos y tienen más propiedades que los que no lo son.

Además puedes comprar grandes cantidades de carne y pescado cuando estén rebajados o haya alguna oferta. (que saldrá más barato) y congelarlos para días posteriores.

No me gusta el sabor de la comida saludable

La gente a la que no le gusta el brócoli por ejemplo, suele meter el resto de verduras en el mismo saco incluso sin haberlas probado. Se recomiendo comer un alimento al menos 10 veces para confirmar que no te gusta de verdad.

Para hacerte al sabor de la comida que no te gusta, también puedes mezclarla o combinarla con aquella que sí te gusta. Por ejemplo, si no te gustan las espinacas, pero sí te gusta el huevo y el atún, puedes hacerte un revuelto de huevo y atún con unas pocas espinacas.

Los vaqueros no me entran porque están recién lavados.

Vale, igual después de dos semanas, si te siguen sin entrar, no es porque estén recién lavados, ¿no?. Al fin y al cabo todos sabemos que la ropa no engaña y que la puedes utilizar para ver si vas por el buen camino o no.

Hoy he entrenado, así que me puedo comer una tarrina de 1 litro de helado

Tampoco es eso. Un paseo a buen ritmo de una hora puede quemar unas 360 calorías. Media tarrina de helado de Ben & Jerry de vainilla contiene 230 calorías. Por tanto no merece la pena darte ese capricho después de la paliza que te acabas de dar en el gimnasio.

Y eso si compras una tarrina, ya que si vas a una heladería, es probable que las calorías sean mayores haciéndote incluso que ingieras más calorías de las que has gastado.

Mi familia siempre ha tenido sobrepeso, así que no me queda otra

Sí y no. Sí es cierto que hay un gen culpable de la obesidad, pero suele darse en menos de un 5% de la población. El problema es que si tus familiares son obesos, es más que probable que sea por unos malos hábitos de todos ellos.

Un ejemplo: niño de 10 años y 70 kilos. Resulta que su madre pesa 120 kg, y su padre 140 kg. Bien, todo apunta a la genética, pero cuando el niño llega a casa a comer, su madre ha preparado para los tres un puchero que bien podía alimentar a todo un ejército.

Y ahí está el problema, en la costumbre de hacer comida para un regimiento, lo que hace que una familia sea obesa. Así que no te engañes, vigila lo que comes tú y los tuyos, y toma cartas en el asunto.

No desayuno y así recorto calorías

Saltarse el desayuno para ahorrarte unas calorías no va a hacer que bajes de peso, porque a las pocas horas estarás hambriento. Un estudio de 2012 publicado en el Journal of the Academy of Nutrition and Dietetics demostró que aquellos que no desayunaban perdieron hasta 3 kilos menos que los que sí lo hacían.