Si lleva cortavientos fosforito de correr, mallas de correr y zapatillas de correr, no hay duda de que se trata de un corredor. Pero es que cuando su vestimenta no da tantas pistas… pero nada: También es sencillo. ¿O no? Seguro que no entrarás nada que te sorprenda, pero la cosa era dejar por escrito una recopilación de estos tiempos que corren. Que CORREN, ¿Lo pillas?

Seguro que no están todos los hábitos que son, pero sin duda sí que son todos los que están. Si eres ‘ruanah’ te sentirás identificado con alguno o varios de ellos.

La previsión meteorológica te interesa sobremanera. Antes, si empezabas a estar atento al tiempo que haría al día siguiente con un excesivo interés no significaba otra cosa que te habías hecho mayor, que empezabas a tirar a viejuno.

Ahora también, sólo que además puede ser un signo que diferencie a los corredores de otra gente ‘normal’. Es lo que tiene querer dejar la ropa preparada para la tirada del amanecer o en la mochila que te llevas al trabajo.

Muerte a los relojes, larga vida al GPS. Ya no gastarás pelucos. Combinarás con tus camisas de rayas y jerseis de punto ese gadget que te mide las pulsaciones, te dice a qué velocidad vas y hasta si tienes que ir a defecar.

En el fondo tus ganas de hacer que se note que eres un ferviente seguidor de la carrera a pie serán superiores a tu sentido de la decencia, el buen vestir, la elegancia y todas esas cosas que dicen las maripuris de ese programa de televisión en el que te travisten de la cabeza a los pies porque ibas hecho unos zorros.

Zapatillas de correr, hasta en las bodas. Creen que con que sean un poco negras, vale. Y las llevan a la vez que llevan traje y corbata. Antes esto sólo se veía en esos niños y primos que corretean y se pegan en las comuniones, pero ahora también en mayores. Casi todos ‘cuñaos’. ‘Arreglaos pero informales’.

Cualquier situación es buena para estirar. Estirar sóleos y gemelos contra las barras del metro o en las columnas de los centros de salud o centros comerciales, ante la vergüenza de parejas y sonrojos de hijos, y más de los adolescentes, que reniegan de sus padres.O pararse en medio de la Gran Vía, y estirar la pierna para apoyarla en el respaldo de una valla. Ay, esos aductores y abductores.

Pasear, un suplicio para tus acompañantes. Tu ritmo por kilómetro también ha aumentado al caminar. Pero no el de tus acompañantes. Les llevarás con la lengua afuera, como a cachorritos recién nacidos. Pero es que tus piernas tienen vida propia y no podrás frenarlas. El diablo del running te ha poseído.

Siempre pensando en lo mismo. Y curiosamente ya no es el sexo. O por lo menos, ya no será sólo el sexo. Y al hablar igual. Correr, correr y más correr. Y creerás que el motivo es que te preguntan por ello, pero eso es una consecuencia de que sólo les has ha hablado de correr en el pasado. No podrás evitarlo.

Seguro que hay otros muchos hábitos que no han quedado reflejados aquí, ¿se os ocurre alguno?