La mayoría de nosotros no somos ministros, aunque por nuestras agendas bien podría parecerlo. Trabajo, reuniones, llevar a los niños al colegio, ir a la tintorería, jugar con los sobrinos, pasar tiempo con la pareja, etc. Un torbellino de obligaciones del que parece complicado salir para apuntarse al gimnasio. Porque de lo de ir ya ni hablamos.

Según la encuesta de Hábitos Deportivos en España de 2015, un 17,6 % de la población investigada estaba abonada o era socia de un gimnasio. Muy bien. Sin embargo, Rodrigo Latorre, mercadólogo deportivo, apunta a que un 60 % de la gente que acude a un centro deportivo lo deja a los tres meses. Falta de tiempo, frustración por no alcanzar las metas propuestas (en ocasiones imposibles), pereza o negarse a pasar por el drama de las agujetas son algunas de las razones que dejan los gimnasios más vacíos que tu cuenta corriente a final de mes.

¿Qué pasaría si te dijeran que puedes quemar calorías en el supermercado?

El ritual por el que tu nevera no parece el desierto de Atacama es un esfuerzo físico del que muchas personas no son conscientes. Tu cita semanal, mensual o diaria con el mercado(na) implica cargar con bolsas, recorrer pasillos, levantar packs de botellas, empujar un carro o tirar de una cesta, y agacharte y estirarte innumerables veces para alcanzar los productos de tu lista de la compra.

Entonces, ¿por qué no utilizar todos esos elementos para ponernos en forma? Dado que si queremos mantener una dieta saludable tenemos que pasar por el súper, hagamos que valga la pena.

Así debes comprar para hacer del súper tu nuevo gimnasio

Elige el camino más largo

Nada de pillar atajos. No tienes que hacerte los 10.000 pasos que, según el National Center for Biotechnology Information, son los que te permitirán estar en forma, pero sí intentar tardar entre 15 y 20 minutos en llegar al súper. Esto te hará entrar en calor y poner tu metabolismo a trabajar. (Tampoco se trata de que llegues sudando). A la vuelta, si vas muy cargado, te dejamos coger el camino normal.

Toca tirar del carro (o de la cesta)

Da igual el que elijas. Tus brazos te agradecerán que los ejercites, no solo porque los mantendrás en tensión mientras ‘conduces’ por el supermercado (lo que te ayudará a tonificarlos), sino porque tu equilibrio y concentración harán lo propio cuando tengas que esquivar ese otro carrito (o cesta) que ha cambiado de carril sin mirar.

Agáchate (y vuélvete a agachar)

Algo que muchas personas hacen mal cuando van a la compra es doblar la espalda para introducir los alimentos en la cesta (o cogerlos de los estantes inferiores). ¡Error! Flexionar las rodillas es fundamental para no sufrir luego dolores en la zona lumbar. Además, si las doblas cada vez que te toca agacharte, será como estar haciendo una sentadilla. Un ejercicio completísimo que hace que trabajen más de 250 músculos en un solo movimiento.

Dile hola a tu nueva mancuerna
Dile hola a tu nueva mancuerna | Pexels

Levantamiento de peso (a falta de pesas)

Las cuentas no fallan. Cinco kilos de naranjas, dos de cebollas, tres de patatas, un pack de seis botellas de dos litros, dos paquetes de arroz de un kilo, etc. Da igual que no tengan forma de mancuernas, lo que importa es que tienen un peso que hará que los músculos de tu brazo se activen.

Estiramientos

¿Por qué todo lo que te gusta está siempre en el estante superior? Menos quejarse y más alargar tu espalda para llegar hasta allí. Igual que en Pilates es importantísimo ‘crecer hacia arriba’ durante los ejercicios, esta ocasión es ideal para darle a tu columna un respiro. Por cierto, no olvides levantar los talones del suelo. Tus tobillos también necesitan un poco de movimiento.

Administra bien el peso

De camino a casa, las bolsas con la compra harán que tu cuerpo tenga que esforzarse más al andar. Por ello, es fundamental que intentes llevar el mismo peso en cada brazo para que vayas equilibrado al andar. Y cógelas bien, recuerda que tus muñecas también están participando en que no se caigan al suelo.

Y aunque me encantaría poder decirte que uses la cinta transportadora de las cajas para andar un ratito a buen ritmo, puede que te veten de por vida en el súper. Así pues, una vez que hayas pagado tu compra, vuelve a casa con la cabeza bien alta. Tal vez no hayas quemado cientos de calorías, pero has hecho que tu cuerpo se quite las telarañas de encima.