Una vez has conseguido ser constante –que ya es difícil–, llega lo peor de estar a dieta: conseguir no pensar constantemente en el hambre que estás pasando. Para quitarte los kilos de más es imprescindible que cambies tus terribles hábitos alimenticios y te hinches a ensaladas y a hacer deporte. De por vida.

Tampoco te pases, puede ser mucho más fácil de lo que crees y, lo mejor, sin que tus tripas rujan de furia por el hambre que estás pasando. Prueba con estos pasos y adelgazarás de una manera deliciosa y sin dejar de sentirte saciado.

1. Desayuna, pero bien: No, no basta con un café con leche y, a lo sumo, una tostadita o una pieza de fruta. Es importante que actives tu metabolismo desde primera hora rellenando la despensa del organismo para sentirte saciado durante más horas y evitar el temido picoteo.

Olvida el miedo a las dos palabras antidieta porque las grasas y las proteínas –siempre saludables, claro está– a primera hora serán tus aliados para perder peso. Y no estamos de broma.

2. Come más: ¿Cómo? No te alteres, sabemos que estás acostumbrado a escuchar que para perder peso tienes que quitarte de comer todo lo que puedas, pero para que los resultados sean duraderos y efectivos no resulta tan “simple”.

Con tres comidas no será suficiente así que prepara pequeños piscolabis para llevarte a la boca un puñado de frutos secos a media mañana y ¡sí! cumplir de una vez por todas con la máxima de las cinco piezas de frutas y verduras tomándotelas como tentempié cuando sientas hambre.

3. Pásatelo bien: No vamos a entrar en ningún debate sobre la búsqueda de la felicidad y su verdadero significado, pero disfrutar de ratos divertidos y relajados puede hacer mucho más por tu cintura que una tabla de abdominales. El estrés, la tristeza y los agobios engordan, así que evítalos a toda costa.

4. Carbohidratos sí, pero no refinados: Sólo tenemos que decir que no a los almidones que contienen alimentos como la pasta, algunos arroces, el pan blanco o las patatas. Las variantes de trigo integral deben ser las nuevas reinas de tu despensa, aunque tampoco tu plato único. Y respecto a las patatas, ¿por qué no pruebas a acompañar tus platos con una guarnición de boniatos o batatas?

5. Piensa antes y durante la comida: No hace falta que te replantees el sentido de tu existencia cada vez que vayas a llevarte un bocado a la boca. Pero si antes de servirte un plato observas cada uno de los ingredientes, saboreas sus texturas y masticas la comida lo suficiente para deglutirla adecuadamente, es bastante más probable que mantener una dieta saludable se convierta en tu nuevo estilo de vida y no en un castigo por haberte puesto fino meses atrás.

6. Come despacio: En línea con el punto anterior, la idea es disfrutar de los alimentos, no petarte los carrillos y tragar a toda velocidad. Así te sentirás saciado durante más horas porque habrás sido consciente de lo que comías, y tu estómago y cerebro lo saben. Prueba con el truco del espejo y verás, nunca mejor dicho, los resultados en vivo y en directo.

7. Reduce los caprichos hasta erradicarlos: Los alimentos azucarados, las grasas saturadas y los alimentos ultracalóricos son, además de las principales causas de que engordes, adictivos. Al principio te costará eliminarlos de tu dieta, pero poco a poco te resultará más fácil y terminarás por mirarlos como aquellas gordadas insalubres sin las que antes no podías vivir.

8. No temas a la grasa: Las saludables, como las que se encuentran en las carnes magras, legumbres, frutas, verduras y cereales, nos ayudan a controlar el apetito y aportan al organismo los nutrientes necesarios. No las erradiques porque, a largo plazo, cuando un día caigan unas pocas en tu plato, notarás las consecuencias mucho más que si aprendes a escoger las correctas y tomarlas a menudo.

9. Sí, hay que hacer ejercicio: Dado que la idea es no dejar de comer algunos de tus alimentos preferidos, las grasas y calorías que estos contienen tendrás que quemarlas de alguna manera. No queda otra que levantar un poco de peso para ejercitar (cuando no desarrollar) tus músculos y también realizar ejercicios aeróbicos. ¿Ya estás pensando ‘bufff’? A ver, puedes combinarlos: un día un paseo ligero, otro una carrerita y otra tarde varias series rápidas de ejercicios musculares. No es para tanto y en poco tiempo será una rutina que no te gustará saltarte.