Si eres de los que al acabar una sesión de natación arrasas con todo lo que tienes en la nevera, sentimos decirte que ese apetito voraz no se debe al “enorme” esfuerzo que has hecho, sino a la temperatura a la que has practicado el ejercicio.

Esa es al menos la conclusión a la que se llega en un estudio realizado por investigadores de las universidades de Aberden y Birmingham y publicado por el Centro Nacional para la Información Biotecnológica de EEUU.

El estudio contradice las teorías que existían hasta el momento y que aseguran que el aumento de apetito que provoca la natación se debía a la utilización de todas nuestras extremidades para mantenernos a flote. Sin embargo, una nueva teoría pone sobre la mesa otro factor: la temperatura.

Según ésta, practicar ejercicio a una temperatura de confort provocará que nuestro organismo no demande después un número elevado de calorías, algo que sí sucede cuando el ambiente es más frío.

Para llegar a esta conclusión, los investigadores de ambas universidades reclutaron a un grupo de hombres y mujeres con sobrepeso y sedentarios, que son los que habitualmente tienen más dificultades para adelgazar.

El experimento consistió en estudiar a este grupo en un laboratorio donde les hicieron varias pruebas para determinar su tasa metabólica en reposo, su capacidad máxima de resistencia y los niveles en sangre de ciertas hormonas relacionadas con el apetito.

A continuación, les pidieron que se pusieran a caminar sobre una cinta a un ritmo que suponía alrededor del 60% de la capacidad aeróbica máxima de cada persona. Repitieron la prueba dos veces. La primera con una temperatura de unos 20 grados y la segunda a 7 grados. En las dos ocasiones caminaron el mismo tiempo -45 minutos-, con la misma ropa y con una humedad de 40%.

Al final de cada sesión los investigadores extrajeron sangre a cada uno de los participantes para detectar el nivel de hormonas del apetito y posteriormente les trasladaron a un buffet. Sin que los voluntarios lo supieran, los científicos se dedicaron a estudiar qué se llevaban a la boca después de la práctica del ejercicio.

El resultado fue que casi todos los caminantes consumieron significativamente más calorías, principalmente hidratos de carbono, después de haber estado caminando a una temperatura de 7 grados.

Así que ya sabes, si no quieres acabar poniendo un candado a la nevera, mejor que a la hora de practicar ejercicio hagas caso a tu madre y su consabido: -abrígate que vas a pasar frío.