Estas marcas son debido a un tratamiento que utilizan Phelps y varios atletas más con el objetivo de activar la circulación de la sangre en la zona, habitualmente en lugares que son conflictivos para ellos en función del deporte que practiquen.

La técnica se llama  “cupping”, y es un tratamiento ancestral que proviene de China y que está basado en la absorción. Para describirlo de una manera coloquial es como si pusiéramos un succionador de tuberías en la piel e hiciéramos el mismo movimiento que si quisiéramos desatascar la cañería.

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Solo que, en este caso, se hace de una manera más sofisticada, claro. Se colocan unas semiesferas rígidas con una salida para el aire, y se empieza a succionar el oxígeno que queda en ese espacio. Al volver a soltar, supuestamente mejora la circulación sanguínea en esa zona.

Esa sería la técnica seca, pero Phelps utiliza otra un poco más dolorosa y que combina alcohol y algodón. Estos elementos se ponen en combustión y se introducen en la ventosa aún sin colocar. Cuando se extingue la llama, se da la vuelta a la ventosa y se sitúa en la posición donde se quiera actuar.

Con el calor que aún desprende el algodón se produce la combustión del oxígeno que queda en ese espacio, y se produce un enrojecimiento de la piel debido a la dilatación de los vasos sanguíneos.

No obstante, existen diversos estudios de médicos tanto estadounidenses como chinos que afirman que existe cierto margen de error en la aplicación de estas ventosas y que para nada es un tratamiento médico corroborado, estando más cerca de la homeopatía que de la medicina.

Aun así, y a la vista de los resultados, parece que Michael Phelps no le va nada mal con este “cupping” aunque, para ser sinceros, ya era el rey de la natación antes de que apareciera de esta guisa por los Juegos Olímpicos de Río 2016.