Puede que suene algo marciano pero ha sido un ingeniero el que se ha empeñado en mostrar al mundo a través de su cuenta de YouTube que nuestro cerebro no es tan listo como pensamos y que engañarlo es la mar de fácil.

Destin Sandlin, que así se llama el dueño de la cuenta SmartEveryDay del portal del vídeos de Google y cabeza pensante de este experimento, explica de qué forma podemos “trampear” nuestro conocimiento para que volvamos al momento anterior en el que aprendimos a montar en bicicleta.

Tranquilo que el experimento no incluye lobotomías ni medicaciones para hacernos olvidar. De hecho solo necesitamos una bici. Sí, para desaprender a montar en bici necesitamos una bici. No se trata de pasar años sin pedalear, sino de que olvidemos la forma en la que se hace.

Para ello, un amigo mecánico de Sandlin construyó una bici, digamos, poco convencional. Se trataba de una bicicleta que al girar el manillar a la derecha se moviera hacia la izquierda y viceversa. Como imaginarás el trabajo para dominar la nueva bicicleta fue largo y duro. Suponemos que el pobre Destin sufriría más de una caída a lomos de su nuevo vehículo modificado.

El experimento de Destin le llevó por varias universidades para demostrar cuán “tonto” es nuestro cerebro y en sus conferencias llegó incluso a ofrecer 200 dólares a quien fuera capaz de montar esta bici modificada a lo largo de tres metros. Por supuesto, nadie se llevó la recompensa.

Y es que, según explica este ingeniero en su vídeo, conocimiento no es lo mismo que entendimiento. Una vez tienes algo en tu cabeza a veces es imposible de cambiar, aunque quieras.

Destin practicó cinco minutos cada día al aire libre cerca de su casa, así que imagina las risas de sus vecinos. Después de ocho largos meses asegura que sintió algo en su cerebro como “desbloqueado” y logró dominar ligeramente su nueva bici invertida. Sin embargo, debía estar bien concentrado pues cualquier distracción le hacia volver a su conocimiento de bici anterior y se caía.

Destin quiso ir un poco más allá en su experimento y se propuso comparar su experiencia con la de su hijo. Su hijo, dice, lleva tres años montando su bici, más de la mitad de su vida, y quería saber cuanto tardaría él en montar la bici invertida. Por ello, le retó a que lo hiciera a cambio de ir a Australia a conocer a un astronauta de verdad. Evidentemente el pequeño puso todo su empeño. La verdad es que al hijo de Destin no se le dio nada mal nada más empezar, eso sí, alguna caída también sufrió, pero poco a poco le fue cogiendo el truco y fue mucho más rápido que su padre a la hora de dominar esta curiosa bicicleta. Tan solo le costó dos semanas, frente a los ocho meses de Destin. ¿Por qué? Según cuenta Destin, porque los niños tienen mayor plasticidad neuronal.

Pero el experimento era si se puede desaprender a montar en bici, una bici tradicional, no si Destin era capaz de aprender a montar otra bici. Por eso, una vez acabado el experimento de montar esa bici a la inversa a la que ya se acostumbró y que le tomó ocho meses, Destin decidió viajar  a Ámsterdam, “una ciudad con más bicis que personas”.

Allí se retó a sí mismo a volver a coger una bici normal. Es decir, ¿sabría pedalear como hacemos todos o ya solo sabría usar la bici inversa? Pues no pudo. Al menos durante los primeros 20 minutos. Su cerebro, su “algoritmo” de montar en bici estaba en el modelo invertido. Tras algunas caídas, intentonas y risas de los testigos Destin volvió de repente a aprender a montar en una bici como lo había hecho desde niño.

Así que entre sus conclusiones Destin destacó una muy especial: “cuidado con cómo ves la realidad porque puede que solo sea un sesgo”.