Muchas veces nos olvidamos del pasado y damos por hecho que lo que tenemos actualmente ha estado siempre ahí. Falso. Ni el teléfono ha existido siempre (mucho menos WhatsApp) ni el deporte se ha practicado siempre como ahora. En algún momento de la historia tuvo que haber alguien que desencadenara ese proceso, esa evolución hasta lo que conocemos hoy en día.

La historia de Gerbi es la historia de un joven italiano que tiene que ganarse la vida de cualquier manera para ayudar económicamente a su familia. Desde los 13 años trabaja de albañil, carnicero, panadero… pero ninguno de estos oficios le convence. Su padre, viendo el panorama, decide llevarle a trabajar a un taller mecánico de bicicletas, y ahí empieza todo.

Porque a Gerbi aquello le abre un nuevo mundo completamente inexplorado, y le da unos recursos (la multitud de bicis que ve a diario) que, de otra manera, le sería imposible su acceso.

En 1900 comienza a participar en carreras ciclistas, llegando incluso a ganar alguna de ellas, como el Campeonato Astigiano. Lo hace siempre vistiendo con un jersey (ahora diríamos maillot) rojo, por lo que, según va aumentando su fama, en Italia no dudarían en llamarle 'el diablo rojo'.

Pero, más allá de los éxitos en carreras que tuvo este sprinter italiano, entre los que destaca haber sido el primer ganador del Giro de Lombardia en 1905, por lo que realmente pasó a la historia no fue por eso, si no por las evoluciones que introdujo en el ciclismo de la época y que, actualmente, se han hecho un dogma de fe.

 

1.- Gerbi era un estudioso de sus rivales. Al fin y al cabo, eran el muro que le separaban entre el ocaso y la gloria, así que, antes de dar el golpe mortal en las carreras, se empapaba de sus movimientos, de cómo respiraban, de las facetas que reflejaban sus caras esos días de dura batalla sobre el “asfalto”. ¿Les suena de algo?

2.- Reconocía el terreno en los días previos a la carrera. La mayor cualidad de Gerbi era la fuerza explosiva que tenía en sus piernas. Era un sprinter. Necesitaba conocer de primera mano dónde podría atacar a sus rivales para hacerse con las etapas por lo que, unos días antes de la carrera, visitaba el recorrido y anotaba los puntos fuertes donde podía dar el hachazo.

3.- Su maillot rojo (que ahora es del mismo color que en la Vuelta Ciclista) era su seña más característica. Sin embargo, fue un pionero en cuanto al material que usaba para el mismo. Si al principio utilizaba el que había, fabricado de algodón, al final de su época los usaba de seda, mucho más ligeros y frescos para aguantar horas sobre la bicicleta.

4.- Pionero en depilarse y raparse la cabeza. Como aún no habían llegado los cascos aerodinámicos de fibra de carbono, los ciclistas de la época tenían que usar su propio cuerpo para luchar contra el viento. Gerbi lo vio claro, y decidió ser de los primeros en declarar la guerra al pelo: primero se afeitó la cabeza y, después, las piernas. Aunque sus compañeros de equipo no lo hicieran y, de hecho, hasta 30 años más tarde no se dejó de tener miedo al ridículo en ese aspecto, Gerbi siguió siempre fiel a su idea de que, cuanto menos pelo, más rápido iría. Y ahí están los resultados.

 

Tanto empuje e innovación no podrían, sin embargo, acabar con un final feliz. En el punto culmen de su carrera, con tan solo 25 años, Gerbi entra en una profunda crisis física y mental, que le hacen apartarse de las carreras antes de que la I Guerra Mundial le retirara del todo.

Finalmente, este precursor del ciclismo moderno muere el 7 de mayo de 1954, tras un accidente de coche.