¿Subirte en la cinta de correr cuando todavía estás con el cigarrillo en la mano? Exacto. Esto es lo que nos propone un nuevo estudio llevado a cabo por los doctores Harry Prapavessis y Stefanie de Jesus, ambos de la Western Universitiy de Londres (Ontario, Canadá). Titulada ‘Smoking behaviour and sensations during the pre-quit period of an exerciseaided smoking cessation intervention’, esta investigación ha llegado a una interesante conclusión en cuanto a la relación que existe entre ser mujer, el deporte, el tabaco y ese período previo en el que nos estamos haciendo a la idea de que debemos de dejar de echar humo.

“La gente se centra demasiado en el momento de dejar de fumar, pero no tanto en cómo llegan al último día en el que darán su última calada a un cigarrillo”, asegura Prapavessis. Y es que la premisa de este estudio se centra en que si habituamos a nuestro cuerpo a una rutina física al mismo tiempo (y he aquí el quid de la cuestión) que seguimos consumiendo nicotina, nuestro organismo podría ir rechazando él solo esa tóxica sustancia. Aunque, de momento, solo lo han comprobado en mujeres de unos cuarenta años de edad y que consumían unos diecisiete cigarrillos de media al día. ¡Pero algo es algo!

Lo que hicieron Prapavessis y de Jesus fue retar a este grupo de mujeres a que iniciaran un programa fitness de cuatro semanas cuando todavía eran fumadoras habituales. En la mente de las participantes ya rondaba la idea de dejarlo definitivamente, pero los autores del estudio querían comprobar si esos últimos 30 días de ‘vicio’ combinados con ejercicio físico podrían serviles para llegar con más fuerza y menos ansiedad al temido primer día sin fumar. De hecho, todas ellas habían sido informadas de cuál sería la fecha en la que no podrían volver a poner un cigarrillo en sus labios.

Un hecho que podría haber supuesto mayores niveles de ansiedad e incluso un aumento del consumo de cigarrillos de no ser por la cinta de correr. Sorprendentemente, todas y cada una de ellas comenzaron a disminuir paulatinamente el número de pitillos al día. “En ningún momento se les dijo que tuvieran que hacer eso. De hecho, tenían instrucciones de que podían seguir fumando todo lo que quisieran. Sin embargo, todas empezaron a fumar menos de manera natural, empujadas por lo bien que se sentían física y anímicamente tras hacer ejercicio”, aseguran los investigadores.

Dato curioso fue que tanto Prapavessis como de Jesus comprobaron que las participantes en el estudio no solo fumaban menos durante esas cuatro semanas, sino que también lo hacían de manera menos agresiva: “No fumaban de forma nerviosa o intranquila. Al contrario, daba la sensación de que su cuerpo rechazaba poco a poco las sustancias tóxicas en favor del subidón de endorfinas al haber practicado deporte.

Una fumadora
Una fumadora | Pixabay

¿Y qué pasó cuando dejaron de fumar definitivamente?

Llegado el día en el que todas debían decir adiós a sus cajetillas de tabaco, Prapavessis y de Jesus les propusieron mantener diez semanas más sus citas con la cinta de correr a la vez que comenzaron a utilizar parches de nicotina. Sorprendentemente, y aunque algunas cayeron de nuevo en la tentación, la mayoría continuaron fieles a su cita con el deporte y se mantuvieron alejadas de la nicotina.

Por lo tanto, lo que ha descubierto este estudio es algo que ya nos olíamos desde hace tiempo. Nuestro cuerpo no puede adaptarse a más de un gran cambio físico a la vez. De ahí que muchas personas desistan en sus intentos por llevar una vida sana cuando lo intentan hacer todo de golpe. Por ejemplo, no es realista dejar de fumar un lunes y el martes querer ser el Usain Bolt de la cinta de correr. Tu cuerpo no entenderá qué está pasando y lo llevarás al límite dado que le estás pidiendo que se habitúe a dos grandes cambios de manera simultánea.

Lo que consiguieron Prapavessis y de Jesus fue introducir el hábito de correr cuando todavía existía el hábito de fumar. Es decir, introducimos uno mientras todavía estamos con el otro. No es hasta que nuestro organismo responde positivamente al nuevo cuando eliminamos el antiguo.

Un método que, aunque aún debe probarse en hombres, no tendría por qué no funcionar.