A diario, en una sociedad excesivamente preocupada por la apariencia física y obsesionada por adelgazar, es muy habitual oír hablar de quemar calorías y quemar grasas indistintamente cuando el tema de conversación gira en torno a la actividad física. Dos conceptos estrechamente relacionados, pero muy diferentes.

En primer lugar, en nuestro día a día, nuestro cuerpo quema calorías y grasa para conseguir la energía que necesita para funcionar correctamente. Quemamos calorías para respirar, hacer la digestión o pasar el aspirador.

Pero, ¿cómo llegan a nuestro organismo? A través de los alimentos que comemos. Pueden provenir de los carbohidratos, las proteínas y también de las grasas. Las que no consumimos, es decir, las que nos sobran, se almacenan en forma de las odiadas grasas que tantos quebraderos de cabeza nos provocan.

Si en nuestro día a día la ingesta de calorías no es suficiente para proporcionar a nuestro cuerpo la energía que necesita, éste recurrirá a las reservas de grasa, una fuente de energía extra. Y es en este punto cuando comenzamos a quemar los depósitos de grasa, reducimos volumen y empezamos a bajar de peso.

Aparentemente, el proceso parece sencillo. Basta con ingerir menos calorías o realizar el ejercicio suficiente para quemarlas todas y empezar a tirar de grasa. Y, sin embargo, muchas personas no consiguen bajar de peso porque consumen tantas calorías que éstas les proporcionan la energía suficiente para cubrir todas las necesidades del organismo y nunca llegan a la etapa de quemar grasas. Incluso aunque realicen deporte, lo cual, puede resultar bastante frustrante.

Así que, antes de perder toda esperanza, vayamos por partes. Para conseguir un déficit de calorías, es decir, quemar todas las calorías consumidas, es necesario disminuir su ingesta,  aumentar el nivel de actividad física o ambas cosas a la vez

Para que nos hagamos una idea, la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda que un hombre adulto debería consumir al día entre 2.000 y 2.500 kilocalorías/día, y una mujer entre 1.500 y 2.000 kilocalorías/día. Cifras que pueden variar dependiendo del peso y la altura de la persona en cuestión.

Si somos capaces de ingerir esas calorías diarias y consumirlas -ya sea a través del ejercicio o de los quehaceres diario-, nuestro cuerpo buscará más energía y la encontrará en las grasas. Objetivo cumplido.

Lo ideal, si queremos llevar una vida saludable, es combinar el ejercicio físico con un pequeño control de los alimentos que consumimos. Un consejo, lo recomendable es que el 25% de las calorías se tomen en el desayuno; el 35%, en la comida; el 15%, en la merienda; y el 25%, restante, en la cena.

Con la llegada del verano, las opciones para hacer deporte son múltiples. Sesenta minutos caminando nos permiten quemar unas 250 calorías, mientras que si optamos por patinar o montar en bici, la cifra sube hasta las 350 calorías. Si optamos por nadar una hora o hacer surf, estaríamos quemando 400 calorías, 500 si lo que nos gusta es el snorkel.

Otro dato. Un kilo de grasa equivale, aproximadamente, a 7.716 calorías. De tal manera que deberíamos quemar unas 1.100 calorías cada día para perder un kilo a la semana, o bien, quemar unas 600 para conseguir el mismo resultado en dos semanas. Esto significaría recorrer unos 20 kilómetros al día, o bien, caminar 10 kilómetros diarios aunque perdería solo medio kilo en siete días.

El verano puede ser un buen momento para ponerse manos a la obra y atacar a las odiadas grasas, pero cuidado con las terrazas y con todos aquellos alimentos que ‘esconden’ más calorías de las que nos podemos imaginar.