Si has tenido esa sensación alguna vez entonces podemos hablar de que has sufrido un ataque de hambre y será lo que debamos tratar de evitar para llevar una alimentación moderada y equilibrada.

Vamos a ver algunos consejos para evitar estos ataques de hambre:

1.- Come cada 4 horas: al saltarte las  comidas y pasar mucho tiempo sin ingerir alimentos, las hormonas encargadas de la sensación de hambre se elevan progresivamente haciendo más intenso el deseo de comer, por ello, mejor comer cada 3-4 horas. Así mantenemos a esas hormonas controladas durante todo el día.

2.- Hidratos de carbono sí, pero de bajo índice glucémico: con esto conseguiremos sentir que estamos llenos  por más tiempo, y dado que la glucosa en sangre se eleva poco a poco (gracias al índice glucémico), el cuerpo no se queda sin energía rápidamente ni libera una gran cantidad de insulina en poco tiempo. Así lograremos que no haya un bajón brusco de glucosa que posteriormente nos dará hambre.

3.- Incluir proteínas en las comidas: una fuente de proteína es la clave para mantener al cuerpo saciado por más tiempo, ya que las proteínas retrasan el trabajo digestivo y nos mantienen saciados por más tiempo. Incluir huevos, leche, yogur, queso o carnes así como otras fuentes de proteínas es lo ideal para no llegar con mucha hambre a la próxima comida.

4.- Beber abundante líquido antes del atracón: esto puede calmar nuestras ganas de comer antes de que vaya a más y entremos en el ataque de hambre, por lo tanto, beber abundante líquido puede ayudarnos a convertir el “ataque” en una comida normal.

5.- Registra las comidas: y m refiero a registrarlas en tu cabeza. Es importante comer siempre sentado, masticar bien y concentrarse en lo que estamos comiendo, de lo contrario, no se hará un registro mental de la comida y se llegará a la próxima hora como si no hubieras comido nada.

Si sigues estos consejos es probable que llegues a la hora de comer con un nivel de hambre moderado, donde podrás controlar la velocidad, la cantidad y la calidad de la ingesta, algo que el ataque de hambre no permite porque requiere de alimentos, sin importar de qué se trata ni de cuánto.