Ortorexia. Quédate con este nombre, porque no es ninguna broma. Es una enfermedad derivada de la búsqueda constante de los alimentos más sanos para tu cuerpo, hasta el punto de llegar a tener un control exhaustivo y obsesivo de los componentes de los productos que ingieres.

En muchas ocasiones, según los expertos, este trastorno viene precedido por la anorexia. Tras curar esa enfermedad, las personas que lo han padecido pueden llegar a obsesionarse patológicamente por comer comida considerada como saludable para, supuestamente, no ganar peso, lo que les puede llevar a la desnutrición y, en casos extremos, hasta la muerte.

El problema no es baladí. Se calcula que, aproximadamente el 28% de la población adulta de los países occidentalizados sufre ortorexia, aunque muchos de ellos, probablemente, lo hagan de una manera leve que no provoque los problemas que causa si se prolonga en el tiempo.

La explicación más clara sobre este problema la da el creador del término, el doctor Steven Bratman: “similarmente, y de manera razonable, hay personas que desean minimizar la ingesta de pesticidas, antibióticos, conservantes y otro tipo de basura que contamina nuestra comida. Sin embargo, algunas personas que son devotas de comer saludablemente, desarrollan un desorden alimenticio en relación a ese aspecto, igual que algunas personas que tienen obesidad terminan siendo anoréxicas”.

¿Cuáles son los síntomas de la ortorexia?

El principal síntoma de la ortorexia es que el afectado se pasa horas pensando sobre lo que va a comer. Los ingredientes, las grasas vegetales y animales que pueda llevar, los carbohidratos, la sal… todo, absolutamente todos los componentes del alimento deben de estar bajo su aprobación. Si uno no cuadra, ese alimento “no es válido”.

Además, la persona que está empezando a padecer ortorexia también se distingue porque comienza a despreciar a las personas que no llevan a cabo todo el procedimiento que él/ella sí que hace desde horas antes de ponerse a comer. Por supuesto, no se percatan conscientemente de lo que están haciendo.

También se refuerzan positivamente a sí mismos, sintiéndose orgullosos de que están escapando del yugo de los componentes “insanos” de la comida. Compartirlo entre sus allegados vanagloriándose de sus “conquistas” es también habitual.