07:30 a.m

Después de haberse levantado a las 5:30, cuelga una foto de sus zapatillas con el amanecer al fondo. La comparte en Instagram, Facebook y Twitter. Su mensaje es demoledor: “Yo ya. No hay nada como madrugar, correr 15 kilómetros y activarse. El día se afronta de otra manera y la vida te sonríe cuando vas con las pilas cargadas”. Utiliza tres docenas de hashtags, entre ellos los conocidos #Run4Fun, #ImposibleIsNothing, #ATopeDePower, #InstaRunner, #RunnerTotal, #FullEnergy y otras ‘lindezas’ del estilo.

10:30 horas

Vuelve a postear otra foto en sus redes sociales donde aparecen una botella de agua mineral y tres piezas de fruta. Y como no puede ser de otra manera deja su mazazo motivador: “Media mañana saludable para cuidar ese templo que es nuestro cuerpo. La sonrisa comienza dentro de nosotros. Sonríe y la vida te sonreirá”. Continúa con otra retahíla de hashtags, del tipo, #Instafit, #Healthyfood, #WonderfulLife, #LoveQuinoa, #SomosLoQueComemos... así hasta llegar de nuevo a las cuarenta etiquetas. Lo justo para que tú te sientas mierda pura mientras te comes un donuts fondant. Intentas darle un like a la foto pero el dedo manchado de chocolate te lo impide.

14:00 horas

Lanza un tuit y un post de Facebook donde enlaza la última entrada de su blog “Run For Living”. Es la crónica de su último ultramaratón de montaña donde tuvo que enfrentarse a 115 kilómetros con 10.000 metros de desnivel acumulado. En ella nos explica cómo disfrutó del entorno en el cual sintió la presencia de la madre naturaleza mientras se fundía en ella en un estado de semi-éxtasis.

Todo ello aderezado con anécdotas y consejos de cómo no dejarse vencer por las adversidades. Frases del tipo “rendirse no es una opción”, “no pain, no gain”, “siempre adelante, hacia atrás ni para coger impulso” y sentencias por el estilo hacen que pienses en dejar de correr porque tú no bajas de 50 minutos en un diez kilómetros. Se te quitan las ganas de acabarte la hamburguesa que estabas comiendo mientras le leías.

18:30 horas

Sube otra foto a Instagram. Sus bienes marcados abdominales con una colchoneta de fondo y un par de mancuernas. “Rutina de fuerza lista. No todo es correr, fortalecer tren superior e inferior es fundamental. Sólo los más fuertes alcanzan sus metas”. Y no podían faltar sus etiquetas de #StrongerRunner, #RunnersMotivation, #FitNotFat y #HealthyLife entre otra treintena más.

Tú le das un like a la foto mientras vuelves a casa, en el metro, recordando el dinero malgastado en ese gimnasio que pisaste dos días. Tu dedo pasa por el botón de unfollow pero te das cuenta de que tienes que bajarte en esta estación y haces un sprint para que la puerta no te parta en dos.

22:30 horas

Antes de irse a dormir vuelve a colgar una foto en su Instagram, la cual comparte en su Facebook y como no, en Twitter. Es una bella estampa donde aparece él corriendo por la montaña en un atardecer prodigioso. Cuando lees el pie de foto se te saltan las lágrimas. “Lucha por tus sueños. Nunca sabes dónde podrás encontrarlos. Buenas noches gente guapa. Mañana más y mejor”.

A estas frases les siguen, como no podría ser de otra manera, los hashtags correspondientes: #FollowYourDreams, #NeverStop, #DontGiveUp #BuenasNoches, #GoodNight, #CorrerMeHaEnseñado y así hasta llenar dos comentarios enteros con las dichos etiquetas.

Ahora sí, desde tu sofá, mientras apuras un cerveza fresca acompañada de un buen bocadillo de jamón serrano del bueno, lo haces… te paras un segundo, despliegas la pantalla. Buscas el botón de ‘unfollow’. Pero te lo piensas mejor… Directamente le bloqueas y te preguntas si ese individuo es de verdad así o sólo una fachada para las redes sociales.

Y tú, ¿Conoces a algún espécimen así?