Si ya hemos desarrollado por activa y por pasiva todos los beneficios del running, la ciencia acaba de aportar un argumento más para calzarnos las zapatillas y salir a correr.

Según un reciente estudio publicado en el Journal of Bone and Mineral Researches, y desarrollado por el Hospital de Ottawa (Canadá) en colaboración con la Universidad de Deakin de Melbourne (Australia), correr es la mejor forma de reducir la cantidad de grasa en la médula ósea y, por tanto, rejuvenecer su espina dorsal y la salud de los huesos.

¿Cómo funciona esto? “En el momento del nacimiento, la mayor parte de la médula ósea produce células sanguíneas, pero a medida que una persona envejece se convierte en tejido graso. Esto afecta negativamente al desarrollo de las células sanguíneas y puede contribuir a la anemia y la osteoporosis en la vejez. El ejercicio habitual, pero sobre todo correr -por delante del ciclismo y sedentarismo- puede disminuir o regular este proceso en la columna vertebral”, explicó el equipo de investigadores del Hospital en un comunicado.

Runners
Runners | Pixabay

Impacto en los huesos y grasa

El estudio analizó a 101 hombres y mujeres, que se dividieron en “sedentarios, ciclistas, corredores habituales y corredores de larga distancia”. Los investigadores descubrieron que los deportistas de larga distancia -que corrían más de 60 kilómetros a la semana- tenían una médula ósea ocho años más joven que los sedentarios, y los que corrían 28 kilómetros a la semana eran un año más joven a nivel de espina dorsal. Curiosamente, los ciclistas presentaban la misma cantidad de células grasas en el interior de los huesos que los voluntarios que no practicaban ningún deporte.

La diferencia se debe a “cómo se practica” el deporte: mientras el running -y otras actividades de impacto- implica una vibración o choques repetidos sobre los huesos, el ciclismo -y otros deportes, como la natación- no tiene ese componente.

En el interior de los huesos, las células pueden convertirse en células grasas o células óseas: curiosamente, cuando los huesos reciben ese impacto en la carrera, la médula ósea recibe ese estímulo y cada golpe en los huesos hace que se conviertan en células óseas. Si no hay golpe, si no se genera ese estrés en la columna vertebral, se convertirán en células grasas.

Los investigadores todavía no están seguros de si este deporte puede “revertir” la grasa que ya se haya instalado en la médula ósea, pero sí consideran que se puede detener la producción de células adiposas. Como los altos niveles de contenido graso en los huesos son los que conducen a una reducción en la producción de células sanguíneas -y por tanto, un aumento en el riesgo de sufrir osteoporosis o anemia-, los investigadores concluyen que el ejercicio habitual o intensivo de la carrera es la mejor forma de rejuvenecer nuestros huesos.