Todos los que hemos hecho deporte en alguna ocasión o de manera frecuente y hemos visto lesionarse a alguien de nuestro equipo o del contrario sabe que, la primera reacción que suele tener quien cae lesionado es la de insultar.

En ese momento se puede insultar por muchos motivos, pero uno siempre piensa que está insultando porque, realmente, tiene rabia de no poder continuar en el juego o porque ve cómo los objetivos que se había marcado en la temporada se van al traste.

Puede ser que sea por eso y solo por eso, depende de la lesión, pero un estudio científico apunta otro de los motivos por los que nos salen los improperios tan fácilmente en esos casos: insultar reduce el dolor.

Para demostrar este extremo han acudido a la prueba clásica para provocar dolor; es decir, meter las manos en un cubo de agua a muy baja temperatura y medir determinados parámetros como la tolerancia al dolor, la percepción del dolor y las pulsaciones del corazón.

En la prueba, los investigadores les hicieron decir a los participantes palabras malsonantes cuando metían las manos en el agua fría y, pasado un rato y ya recuperados, tenían que repetir la prueba pero diciendo palabras neutrales.

El resultado fue que, a la vez que decían las palabrotas, aumentaba su resistencia al dolor, disminuía la percepción del dolor y, al mismo tiempo, aumentaba su ritmo cardiaco.

Este hecho, según los investigadores, puede ser debido a que cuando se insulta se produce un efecto de luchar o huir que hace que se anule el vínculo entre el miedo al dolor y la sensación al dolor.

Sin embargo, una investigación más reciente de la Universidad de Kent ha concluido que los métodos tradicionales para demostrar el dolor, como el de meter las manos en agua helada, podrían no ser del todo correctos a la hora de juzgar la relación entre el ejercicio y el dolor.

Según su análisis, lo más efectivo para medir el dolor en el ejercicio es realizar una inducción del dolor mediante el ejercicio; es decir, poner el cuerpo al límite para saber realmente hasta dónde llega el umbral del dolor.

Esta sería, según sus conclusiones, la mejor manera de medirlo puesto que, según dicen, el hecho de medirlo a través de meter las manos en el agua puede dar lugar a errores provocados por factores externos. Eso sí, no dicen nada de los insultos.