¿Sabías que una mala palabra en el vestuario o una crítica salvaje en los medios de comunicación pueden determinar cómo irá un partido? Lo mismo sucede con los mensajes negativos o positivos coreados por la afición en el campo o el lenguaje interior que cada deportista se dice a sí mismo frente al espejo: “Vamos a por todas”, “Yo puedo hacerlo”.

Tenemos un ejemplo de cómo el lenguaje conecta con nuestras reacciones físicas en aquel vídeo que se hizo viral, con el joven triatlón Iván Muñoz subiendo las rampas rompepiernas de L’Angliru y su madre advirtiendo: “Iván, lo que viene ahora es mucho más duro”. Después de 10 kilómetros de subida, según bromeaba en Twitter, aquellas palabras casi le hicieron bajarse de la bici. ¿Qué habría pasado si le hubieran gritado palabras clave de ánimo y de fuerza? Según los neurocientíficos, el lenguaje positivo mejora la concentración, rapidez y capacidad de reacción. Nos ayudan a superar retos que parecen imposibles.

Neurociencia aplicada al deporte

El investigador Luis Castellanos -autor de los best sellers La Ciencia del Lenguaje Positivo y Educar en el Lenguaje Positivo- y su equipo en El Jardín de Junio llevan años asesorando a entrenadores, equipos y deportistas de elite que quieren mejorar su rendimiento. El entrenador Pablo Franco y el futbolista Javier Casquero son solo algunos ejemplos de éxito lingüístico aplicado al deporte.

¿El secreto? Las palabras que utilizan de forma casi inconsciente. “Tenemos ejemplos de deportistas que no triunfan ni llegan más lejos por cómo se hablan. Y esto es igual para aficionados y profesionales del deporte. Las palabras afectan al cerebro de una forma muy concreta: mejoran la atención y concentración y nos hacen más rápidos en la reacción. Una rumiación interna negativa nos ralentiza y hace que nuestro tiempo de reacción sea más lento. Y esto, en deporte, supone unas milésimas de segundo claves para ganar”, explica Luis Castellanos.

Javier Casquero y Pablo Franco durante la prueba cerebral de las palabras en el Jardín de Junio
Javier Casquero y Pablo Franco durante la prueba cerebral de las palabras en el Jardín de Junio | Luis Castellanos

Aunque un planteamiento similar se ha desarrollado a través de la psicología deportiva, su trabajo se ha centrado en el uso y elección del lenguaje. “No estamos hablando de autoayuda o buenismo. Esto es ciencia: si entrenamos verbalmente a los deportistas, no solo físicamente, podemos introducir cambios en su lenguaje a nivel no consciente, que les permitirán un golpe de raqueta más rápido, una jugada de baloncesto más eficiente. El lenguaje es la clave del éxito y su aplicación práctica no se limita al deporte, sino al día a día”.

Este equipo de neurocientíficos analizó en un estudio pionero, la influencia de las palabras positivas, negativas y neutrales en deportistas y estudiantes. A través de encefalogramas y resonancias magnéticas midieron la rapidez en las respuestas y la agilidad de los participantes, para descubrir cómo reaccionaba el cerebro según se usara un lenguaje u otro.

Sus sorprendentes conclusiones señalan que una mala palabra y un mal ambiente verbal puede hacer un efecto dominó en un vestuario y derrotar un partido casi antes de jugarlo. Y al contrario: una palabra positiva puede marcar la diferencia entre coronar o no L’ Angliru.