Para los que no lo sepáis, el ictus es el equivalente a un infarto de corazón. Es un conjunto de enfermedades que afectan a los vasos sanguíneos que riegan el cerebro. Puede que os suene más el término embolia aunque también se le suele llamar Accidente Cerebrovascular (ACV).

Y es bastante común, en España unas 130.000 personas sufren un ictus cada año. Un tercio de ellas muere, otro tercio queda con secuelas y otro tercio se recupera. Joaquín es uno de los que se ha recuperado aunque también es uno de los que se incluyen en ese tercio que sufre secuelas. Como él me explicó un día, no hay dos ictus iguales ni dos personas iguales.

El día que me crucé con Joaquín corriendo casi no le di importancia al momento. Me llamó la atención su forma de correr ya que arrastraba un poco una pierna y uno de sus brazos iba pegado a su cuerpo.

No fue hasta más tarde, cuando estiraba al acabar mi entrenamiento, cuando até cabos y recordé las veces que le había visto andar con su mujer apoyándose con su bastón.

Un par de semanas después cruzamos nuestras primeras palabras. Yo estaba parado en la Vía Verde, una buena ‘pájara’ me había arreado y me faltaban siete kilómetros para llegar a casa cuando Joaquin pasó a mi lado y me preguntó qué me pasaba.

- Nada, bueno sí, el tío del mazo, que me ha dado un estacazo.

- Venga, empieza a trotar conmigo y vamos tranquilos, te acompaño.

Y así fue como le conocí y como empecé a conocer su historia. Tiene 42 años y hace dos que sufrió un ictus. Lo contaba como quien te cuenta lo que cenó anoche, sin darle importancia y con un toque de humor e ironía. Cuando me lo dijo, la pájara que sufría pasó por completo y solo podía escuchar cómo me contaba su historia.

<< Estaba en la ducha y de repente empecé a sentir un cosquilleo raro en mi brazo izquierdo y como la cara se me empezaba a acartonar. No me dio tiempo ni a avisar a mi mujer, al segundo estaba tirado en la bañera.

Menos mal que mi mujer oyó el golpe. Reaccionó como una jabata, llamó al 112 y por suerte no tardaron en llegar. En casos de ictus, es fundamental que te traten en las tres primeras horas.

Pese a esa rapidez a mí me quedaron secuelas, ya las puedes ver, tengo el lado izquierdo con movilidad reducida. Eso sí, me dan un ritmo muy chulo cuando ando o corro, tengo mucho ‘flow’ ahora. Aunque los primeros meses fueron muy duros, no te creas. Estuve semanas en el hospital y nadie sabía decirme que iba a pasar conmigo, si volvería a andar, a poder valerme por mí mismo o llevar una vida normal.

Por suerte y también porque me lo curré de lo lindo, las cosas no me han ido mal. El tratamiento y la rehabilitación me ayudaron mucho. Tuve la fortuna de dar con grandes profesionales que supieron tocar la tecla para que mi recuperación fuera un éxito.

No te voy a engañar, esto es muy duro, las semanas de hospital, las siguientes en silla de ruedas, el aprender a andar de nuevo, todas las horas de fisioterapia y de ejercicios de rehabilitación neuronal... ¡ufff! Fue jodido, bueno, todavía lo es. Recuerdas el antes y no puedes evitar verte como te ves ahora.

Pero tuve suerte, mucha suerte. Muchos no salen de esa y otros muchos quedan con secuelas peores que la mía. Al menos yo puedo valerme por mí mismo y mi vida es como antes del ictus. Bueno, mejor, antes era un ‘viva la virgen’. No me cortaba, comía como si no hubiese un mañana, bebía lo que me apetecía y me dejaba un pellizco del sueldo en tabaco.

Los médicos me lo dijeron, hay un factor genético en esto del ictus pero lo que más influye es el ‘estilo de vida’, y el mío no era el mejor. Ahora, aunque no te lo creas vivo y me siento mejor. Cuido lo que como y ya me ves, ¡corriendo!

Antes no corría ni delante de la policía. Si me lo cuentan hace tres años, me hubiera partido el pecho... Y no, no creo que corra nunca una carrera, esto lo hago para vivir y sentirme bien. No quiero que me vuelva a dar un ‘chungo’>>

Todo esto y algunas cosas que seguro me dejo en el tintero me lo contó en lo que tardamos en volver hasta mi casa. Os puedo decir que nunca siete kilómetros me han servido de tanto. Bueno, los siete kilómetros y el tiempo que estuve dándole vueltas a su historia en la cabeza.

Imaginé el esfuerzo, el sacrificio, el miedo, la valentía, todo lo que ha tenido que pasar Joaquín para superar y recuperarse de su ictus. Y también pensé en su mujer. Ella también ha tenido que ser fuerte y ha tenido que pasarlo muy mal. El papel de los familiares en este tipo de enfermedades es ingrato y pocas veces se les recuerda y valora.

También pensé en cómo a veces juzgamos a los que nos rodean sin conocer su historia. Quizá tras esa persona que anda ‘raro’ o que está en una silla de ruedas o que no puede valerse por sí mismo hay una mente clara, una PERSONA normal y corriente. Tan normal y corriente o más que tú y que yo, que tenemos la suerte de poder hacer lo que queremos cuándo y cómo queremos.

Por eso tras conocer la historia de Joaquín se me quitan las ganas de hacer muchas cosas. Las ganas de quejarme por las nimiedades que me pasan, las ganas de mandarlo todo a la mierda cuando algo se me tuerce, las ganas de juzgar a la gente. Y en cambio me entran unas ganas irresistibles de vivir.

De agradecer poder hacer las pequeñas cosas a las que no damos importancia y son tan importantes. De cuidarme un poco más. De querer y demostrar que quiero a los que me importan. De aprovechar cada momento porque no sabes cuando la vida te puede cambiar... en fin... lo dejo que me pongo más tierno que el día de la madre y tampoco es plan.

Gracias por leerme y por leer la historia de Joaquín, que realmente no se llama así, pero tenía que preservar su identidad. Y también le doy las gracias a él por dejarme contar su historia.