Hace pocas semanas tenía la oportunidad de hablar con todo un luchador en la vida como Ramón Arroyo, una persona con esclerosis múltiple que ha participado en varios IronMan y carreras populares. Su experiencia, según nos contaba, era la de un médico que, al comienzo de diagnosticar su enfermedad, le recomendó encarecidamente que no hiciera deporte debido a su enfermedad.

Sin embargo, Ramón Arroyo no le hizo caso y tiró por la vertiente médica que apuesta por que las personas con esclerosis múltiple también hagan deporte para beneficiarse de sus propiedades en el organismo. Eso sí, siempre teniendo muy en cuenta la termorregulación.

Ahora, un estudio realizado por la Universidad de Bath, en Inglaterra, ha determinado que el ejercicio físico favorece a que el cuerpo humano pueda combatir enfermedades, desmontando así el mito de que el ejercicio, al suponer un gran gasto energético, supone un perjuicio para el sistema inmunológico.

La idea de que el deporte hacía mal provenía de una serie de estudios de los años 80 en los que se preguntaba a los participantes de maratones si, días después de haber acabado la mítica carrera, se habían sentido con síntomas de debilidad o habían sufrido algún constipado, aunque fuera leve. La gran mayoría, por entonces, daba respuestas afirmativas.

En este estudio longitudinal de la Universidad de Bath lo que han hecho ha sido revisar aquellos estudios ochenteros para aclarar las malas interpretaciones que se hicieron de sus conclusiones por entonces.

Según indica el texto, “hasta el día de hoy, muchos perciben que un ejercicio vigoroso puede suprimir temporalmente la función inmune. Destacamos que: (i) existe evidencia confiable limitada para respaldar la afirmación de que el ejercicio vigoroso aumenta riesgo de infecciones oportunistas; (ii) supuestos cambios en la inmunidad de la mucosa después del ejercicio no indican un período de inmunosupresión; y (iii) las dramáticas reducciones al número y función de los linfocitos 1-2 h después del ejercicio reflejan una redistribución transitoria y dependiente del tiempo de las células inmunes a los tejidos periféricos, lo que resulta en un mayor estado de vigilancia inmunológica y regulación inmune, en oposición a inmunosupresión”.

Y destacan también lo que hasta entonces se creía que era al revés, es decir: “que la actividad física regular y el ejercicio frecuente pueden limitar o retrasar el envejecimiento del sistema inmunitario, proporcionando más evidencia de que el ejercicio es beneficioso para la salud inmunológica”.