Todos hemos sentido alguna vez esa sensación: cuando hacemos dieta, el cuerpo parece pedirnos más que nunca que nos llevemos a la boca un buen bollo de chocolate o una hamburguesa XXL. La tentación parece inevitable y, o bien abrimos la despensa y nos comemos ese cruasán que estaba pidiendo un bocado a gritos, o bien recurrimos a nuestro ‘fast food’ de confianza para saciar el apetito.

Cuando se trata de adelgazar, estos antojos son responsables –en buena parte– de que blasfemes en arameo cada vez que te subes a la báscula y ves que no has perdido ni un gramo. De nada sirve que durante todo el día comas verduras y carnes a la plancha si luego te saltas a la torera los buenos hábitos ingiriendo azúcares y grasas saturadas.

Parece una misión imposible decir ‘no’ a esos alimentos prohibidos en todos los regímenes, pero existen algunos consejos que pueden ayudar a dejarlos a un lado y seguir los preceptos de la dieta. Echa un vistazo a estos trucos.

El agua, tu mejor aliada

Además de aportarte la hidratación que necesitas, el agua puede actuar como saciante cuando te entren las ganas de saltarte la dieta. Si sientes rugir las tripas, bebe agua: el estómago no notará que lo que has ingerido es un líquido que no aporta calorías y la sensación de hambre remitirá. ¿Lo malo? El efecto no dura más que un limitado periodo de tiempo.

Bienvenidos, chicles

Si te mueres por un buen pedazo de chocolate y el cuerpo te lleva irremediablemente a la sección de azúcares del supermercado, ha llegado la hora de que te eches la mano al bolsillo y te comas un chicle. Esta sensación dulce en la boca hará que te olvides de las ganas pero, cuidado: a determinadas personas, los chicles les producen gases, lo que aumentaría el volumen de tu tripa y te haría sentirte incómodo si lo que buscas es perder peso.

Presta atención a lo que compras

Si no lo tienes, no lo comes. Este es el precepto básico que te anima a desprenderte de toda la bollería industrial, platos preparados y grasas que guardas en la despensa. Realizando una compra rica en productos saludables en la que no se incluya ningún producto pernicioso en la lucha contra los kilos conseguirás mantener a raya la tentación.

Hay estudios que demuestran que acudir al supermercado con hambre aumenta las posibilidades de comprar más de la cuenta y, además, de adquirir alimentos poco saludables; por lo que es mucho mejor que organices tu jornada de tal manera que realices la compra después de llenar el estómago.

Un buen cepillado de dientes

Si logras vencer la pereza que te da lavarte los dientes cada vez que sientes ganas de saltarte la dieta, conseguirás mantener a raya la tentación. Los dentífricos suelen tener sabores mentolados que contribuyen a alejar la sensación de hambre y, además, te dará ‘pena’ ensuciarte los dientes comiendo azúcar o grasas justo después de haberte lavado la boca.

Cuidado con la publicidad y la televisión

El efecto de la publicidad es tan fuerte sobre nosotros que un simple anuncio de hamburguesas puede hacer que nuestro subconsciente corra raudo y veloz al restaurante de la esquina para consumir una de sus grasientas recetas. Si es posible, evita tu exposición a anuncios de comida rápida, chucherías o bollería y así tu cerebro no se acordará de estos productos.

Además, está demostrado que comer sentados frente a la televisión aumenta las probabilidades de seguir ingiriendo alimentos aun cuando el estómago está satisfecho. Al estar distraído con el televisor, el cerebro omite la señal de saciedad que le envía el aparato digestivo y continúa comiendo. Apaga la tele cuando comas y concéntrate en masticar bien antes de tragar.