La tripita cervecera que tan bien disimulabas con tu abrigo durante el invierno se ha quedado sin coartada. El verano está a la vuelta de la esquina y las camisetas de manga corta te delatan, convirtiéndose en tu peor enemigo.

Estamos en el sprint final. Es tu última oportunidad para intentar bajar barriga y lucir un vientre plano -ni tan siquiera te hablo de lograr la tan codiciada tableta de chocolate en tu abdomen- cuando vayas a la playa o te zambullas en la piscina durante tus merecidas vacaciones estivales.

Por todo ello, es en esta época del año cuando te planteas eso del running, un deporte de masas y en boca de todas las personas que te rodean, las cuales no paran de hablarte de los múltiples beneficios que reporta calzarse unas zapatillas y empezar a sumar kilómetros en tus piernas con el objetivo de quemar grasa, bajar esos kilos que te sobran y sentirte mejor contigo mismo. Por desgracia, alguna vez lo has intentado, pero has comprobado que no es lo tuyo. Siendo honestos, salir a correr te cansa y aburre solemnemente.

La buena noticia es cuando crees que está todo perdido y estás a punto de tirar la toalla (o te sumas al fenómeno del running o no hay nada que hacer), empiezas a escuchar a algunos gurús, expertos en la materia, que lo que ahora se lleva no es correr, sino practicar el rimbombante ‘power walking’, es decir caminar a ritmo ligero, con la cabeza siempre erguida y un buen balanceo de brazos.

Y ahora es cuando se presenta el gran dilema en tu cabeza: ¿Qué me conviene más si quiero bajar barriga: correr y sufrir un poquito o caminar, yo que soy un poco vago? Desde que se desató la fiebre del running a raíz de la crisis, han sido varios los estudios que se han realizado con la finalidad de determinar los efectos secundarios que tienen este deporte en el cuerpo humano. La conclusión extraída es que andar a buen ritmo resulta beneficioso; por el contrario correr muchos kilómetros, a un ritmo elevado y durante largos periodos de tiempo es contraproducente.

Sin embargo, es necesario puntualizar que para bajar semejante panza no vale caminar de cualquier forma. No se trata de dar un paseo, en plan jubilado. La clave es andar a un buen ritmo, con una determinada frecuencia y durante un cierto tiempo si lo que deseas es quemar el mismo número de calorías que si corrieras. Lo más recomendable es practicarlo entre cuatro o cinco días cada semana y durante 45 o 60 minutos.

Y es que caminar es la fórmula ideal para aquellas personas obesas o con sobrepeso, ya que para ellas este ejercicio resulta más fácil de practicar que salir a correr debido a que pueden mantener esta actividad física durante periodos más largos de tiempo. Si a todo esto le añadimos que los músculos, tendones y articulaciones sufren un menor impacto caminando, ya no tienes excusa alguna para quedarte tirado en el sofá de casa.