Vaya. Resulta que no importa tanto lo que comes, sino con quién lo comes. La ciencia ha demostrado que uno de los grandes factores que tiran por tierra las dietas es precisamente pararnos a comer rodeados de gente. Especialmente cuando en lugar de adaptarnos a la cantidad que hemos puesto en el tupper decidimos salir a comernos un “menú rápido” con nuestros compañeros de trabajo o amigos, lo estamos haciendo fatal.

Crees que cuando estás acompañado comes más despacio, menos cantidad y, de paso, mantienes una conversación entretenida (sobremesa incluida). Te equivocas. Los investigadores aseguran que comer solo es la solución a tus problemas de peso, y han recopilado y analizado una buena lista de razones para demostrarlo.

Salir todos juntos a comer algo… Mala idea
Salir todos juntos a comer algo… Mala idea | Pixabay

Dime con quién comes y te diré lo que pesas

Por lo general, y siempre y cuando tu entorno no es tan aburrido y repetitivo en cada pausa para comer sea tan sumamente igual a la anterior que la vida en loop te esté volviendo loco, comer solo es mucho más aburrido que hacerlo acompañado.

Descansas, te echas unas risas y te deleitas observando y oliendo las delicias que comen el resto de comensales, por qué no, aprovechando para probar sus humeantes y sabrosos ñoquis que mucho distan de tu insípida ensalada. ¡Que se te van las manos!

Pues resulta que este hábito tan común es el que hace que las grasas que se acumulan en tu abdomen, glúteos y piernas no se vaya ni a la de tres. Así lo asegura una reciente investigación presentada por la Asociación Americana del Corazón, según la cual el 60% de las veces que salimos fuera a comer con amigos nos saltamos nuestra dieta.

Para demostrar nuestra la generalizada falta de compromiso con la alimentación sana, los investigadores siguieron durante un año a 150 personas para comprobar cómo alteraban sus rutinas alimenticias, y se dieron cuenta de que la probabilidad de comer platos inadecuados era mucho más alta en aquellos individuos que salían a comer acompañados.

¿Merece la pena tener que morderte la lengua viendo el pedazo de postre que se ha pedido tu compañera? Come solo
¿Merece la pena tener que morderte la lengua viendo el pedazo de postre que se ha pedido tu compañera? Come solo | Pixabay

Hogar, dulce y adelgazante hogar

Está comprobado que comer en casa y la comida que tú mismo has preparado es mucho más sano que comer fuera. Cuando cocinas, controlas los ingredientes que vas a utilizar, las cantidades y hasta el tiempo que vas a tardar en comerte el plato.

Cuando sales fuera todo este proceso queda en manos de otros. Menús con varios platos a tu alcance que suelen ser una auténtica tentación, demasiado tiempo sentado a la mesa y alguna que otra bebida extra que, en soledad, no entraría en tus planes.

Esto es así: como tengas donde elegir vas a acabar decantándote por los alimentos más apetecibles. O peor, optas por la ensaladita repleta de ingredientes ultracalóricos creyendo que estás haciendo mejor que el resto de comensales que van a pimplarse una hamburguesa doble rehogada de una rica y refrescante cerveza. Salivar y no poder comer lo mismo que el resto, no es la mejor ayuda para animarte a seguir a rajatabla tu dieta, y lo sabes.

¡Las manos quietas! Aléjate de los grasientos platos ajenos del resto de comensales y céntrate en tu plato
¡Las manos quietas! Aléjate de los grasientos platos ajenos del resto de comensales y céntrate en tu plato | Maxpixel

La hora de comer, no el banquete real

Nos pasa a todos. Cuando salimos comer fuera, nuestra fuerza de voluntad empieza a decaer y las esperas entre que llegan los primeros, segundos y postres, hacen que terminemos por comer mucho más de lo que deberíamos. Queridos, el tiempo no solo es otro, también son kilos de más.

No estamos diciendo que tengas que engullir, ponerte de cara a la pared y tomarte el rato de descanso como un castigo. Comer tranquilo, masticando bien y dejando un margen adecuado hacer la digestión, son los pasos imprescindibles para activar el metabolismo y, en consecuencia, poner en marcha el proceso de quema de grasas. Y cuando lo haces solo, midiendo las raciones y escogiendo los ingredientes, comes menos y mejor.

Bienaventurados aquellos que puedan irse a casa a comer para después retomar la jornada laboral sin haber tenido que pasar por el comedor de la oficina o acercarse al bar con menú diario más cercano.

Para el resto de los mortales también hay solución. Cocina tú mismo, evita los platos precocinados y lleva siempre tupper sin llenarlo hasta que rebose. No hace falta comer solo, escondido o sin levantarte de tu puesto de trabajo. Siéntate junto al resto de compañeros y aprende a sobrevivir a las tentaciones.

El objetivo es que saborees únicamente las raciones que con tanto esmero te preparaste ayer sin picotear del tupper ajeno. Estarás comiendo menos cantidad, comida más sana y, con el tiempo que te ahorras en pedir, esperar a que os sirvan los platos y pedir la cuenta,

¿Qué te quieres dar un homenaje y salir fuera de tu lugar de trabajo para tomar el aire? Muy bien. Pero intenta no hacer comidas muy copiosas. Elegir platos a la plancha, guarniciones de verduras –en serio, sí pasa algo por cambiar la ensalada por patatas fritas, si no nos crees pregúntale a tu creciente barriga– y fruta de postre, son las mejores opciones. No te dejes llevar por lo que pidan los demás y piensa en comer alimentos saludables. Tu operación bikini no solo te lo agradecerá, por fin te ayudará a perder peso.