Obeso no estás. Tan solo querías perder entre dos o cuatro kilos para sentirte mejor con tu cuerpo y, de paso, poder cerrar el botón de tus pantalones. El caso es que lo has hecho todo: algo de ejercicio, agua, alimentación sana, cero grasas… Pero nada. Tres meses después de tu sacrificada vida saludable pesas lo mismo o más. ¿A ver si vas a estar haciendo algo mal? Toma nota: estas son las razones por las que tu operación bikini vuelve a fracasar un año más, y cómo debes organizarla hacer para que funcione de una vez por todas.

1. Demasiado azúcar. Sí, amigos. Una gran parte de los alimentos envasados aparentemente saludables -salteados, alimentos dietéticos, salsas light, etc.- cuentan con un montón de azúcares añadidos y edulcorantes artificiales. El problema es que estos azúcares añadidos hacen que tu cuerpo anhele más azúcar, por lo que terminas comiendo más cantidad para satisfacerle. Y tu pensando que estabas comiendo sanísimo.

ASÍ SÍ: Mira bien las etiquetas y si encuentras que los azúcares añadidos o edulcorantes artificiales están entre los tres primeros ingredientes o contiene más de 10 gramos por porción, tacha este producto de tu lista de la compra, y hazlo para siempre.

2. Demasiada sal. En el otro extremo, nos encontramos con otro de los culpables de que no te quites ni medio gramo. Según un reciente estudio publicado en The Journal of Nutrition, consumir demasiado sodio hace que nuestro cuerpo confunda la sensación de estar o no saciado, y terminamos por comer más. Además, el exceso de sal deriva en retención de líquidos, lo cual no hace demasiado favor a tu objetivo de volver a poder cerrarte la ropa.

ASÍ SÍ: De media ingerimos cerca de 3.400 miligramos de sodio al día. Mal. La cantidad recomendada no debe superar los 2.300 y esos miligramos de más que te llevas para el cuerpo te puedes imaginar de dónde provienen: alimentos precocinados, latas y demás variedades insalubres.

La soja, el ajo y algunas especias pueden ser estupendas alternativas para sazonar tu comida, siempre que procures que esta no salga de un envase. Cuando escuches en la tele aquello de “póngale sabor a la vida”, recuerda no pasarte en las cantidades establecidas.

Salero lleno de sal
Salero lleno de sal | Pixabay

3. No duermes lo suficiente. Diversas investigaciones han demostrado que las personas que duermen menos de siete horas y media consumen unas 385 calorías más al día que las que se molestan en respetar las rutinas de sueño y descanso. De hecho, has escuchado más de una vez que podemos adelgazar durmiendo, y es cierto.

ASÍ SÍ: Dormir entre siete y nueve horas ayuda a que nuestro cuerpo y mente descansen y nos despertemos con energía suficiente (y no con un hambre atroz) para no desmoronarnos ante la idea de seguir de dieta.

Además, mantendrás tu metabolismo en perfectas condiciones para quemar las grasas que se te crucen en el camino y habrás dejado margen para el proceso de regeneración celular que te ayuda a lucir ese rostro joven y radiante y mantiene tu piel alejada de la temida celulitis.

4. No bebes agua antes de comer. Que sí, que te calzas tus dos litros de agua al día como bien dictamina cualquier dieta; pero, ¿lo haces en el momento oportuno? No vale con ponerte a beber como un loco cuando llega la noche a ver si eliminas las dichosas toxinas acumuladas, hay que hacerlo a lo largo de todo el día y, sobre todo, justo antes de comer.

ASÍ SÍ: Nuestro cerebro confunde muy a menudo la sensación de hambre con la de sed y si no le dejamos que lo descubra antes de meternos una abundante ración, terminamos por comer de más cuando lo único que necesitábamos era hidratarnos.

Bebernos al menos dos vasos de agua media hora antes de engullir, ayudará a reducir la cantidad de comida en nuestras raciones porque -¡magia!- nuestro organismo ya se sentirá saciado.

5. No comes lo suficiente. En serio, interiorízalo de una vez por todas: dejar de comer no es la solución para perder peso. Al no ingerir lo suficiente ralentizas tu metabolismo haciendo que la quema de grasas se paralice casi por completo por falta de nutrientes. Es más, haciendo esto puede que tu cuerpo incluso empiece a quemar músculo para conseguir la energía que necesite, y acabarás hecho un blandiblú.

ASÍ SÍ: En lugar de comer pocas veces y cantidades absurdas, procura que tu dieta se divida en cinco tomas y que esté llena de frutas y verduras. Resta alimentos ultracalóricos y grasas sitúa una alimentación en torno a las 1.200-1.800 calorías diarias.

6. Estás cenando mal. Las personas que consumen más proteínas son capaces de perder más grasa corporal que las que apenas incluyen raciones en su alimentación. Así lo aseguró una investigación publicada en el Journal of American Nutrition, pero también advertía otra cosa: la cantidad de proteínas que se consumen en cada comida y el momento de las mismas es fundamental para que nuestros músculos las sinteticen. Y ya te anticipamos que dejarlas para el último momento del día no es buena idea.

ASÍ SÍ: Partiendo de la base de que cada una de tus comidas deben incluir entre 25 y 30 gramos de proteínas, ¿por qué te calzas la tortilla de tres huevos para comer o cenar y no procuras que las cantidades sean similares en cada toma? Divide y vencerás.

7. ¿Dieta 0% grasas? Mala idea. Deja de comer grasas no es ni por asomo la panacea para perder peso. Que te quites las saturadas es lo suyo, pero las saludables te ayudarán a saciar tu apetito y mantener activo tu metabolismo. ¿Por qué? Una dieta sin grasas hace que cualquier carbohidrato que ingieras se metabolice rápidamente lo que baja los niveles de azúcar en sangre y aumenta los de tu voraz apetito.

ASÍ SÍ: Calcula que entre el 20 y el 35% de las calorías que comes al día sean en formato grasa. Insistimos: saludables. Las conoces de sobra, se llaman salmón, frutos secos, sardinas, aguacate, aceite de oliva… No te hagas el loco que nadie ha hablado de ‘hamburguesas’.

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