Rob Gronkowski es un jugador de fútbol americano, de 28 años, que está desarrollando su carrera profesional en los New England Patriots. Para mantenerse en forma al 100% y, al mismo, poder seguir disfrutando de salir con los amigos y echarse unas copas, está siguiendo un programa de entrenamiento y nutrición que ya había llevado a cabo su compañero de equipo Tom Brady.

Este último, de hecho, ha publicado el método TB-12 junto con el gurú del fitness y la nutrición Álex Guerrero, en el que da numerosas pautas para llevar a cabo una alimentación saludable y, sobre todo, introduce un concepto que os va a interesar a muchos: la forma de poder compatibilizar estar a dieta y perder peso con seguir bebiendo alcohol de manera moderada.

La receta es simple y no tiene mayor complicación: según Brady, que no bebe alcohol, tenía que introducir una manera para que Gronkowski, que sí bebe, pudiera hacer este plan, así que ideó lo siguiente: por cada vaso de alcohol que ingieras, tienes que beber tres vasos del mismo tamaño pero llenos de agua.

Con esta relación 1:3 lo que conseguía Brady en su método era que, directamente, Gronkowski se saciara rápidamente cuando empezaba a beber de alcohol, con el resultado de que, al final, lo que más ingería era agua, inofensiva para el organismo y que no engorda como sí que le hubiera ocurrido si hubiera seguido bebiendo la misma cantidad de alcohol.

Ahora bien, pongamos un ejemplo: vas a ver un partido de fútbol a un bar con tus amigos y, por descontado, te va a tocar cerveza (como mínimo) para ponerte a punto y disfrutar de tu equipo en condiciones. Piensa que, si sigues este método, por cada caña que te tomes te vas a tener que tomar tres vasos de agua del mismo tamaño. ¿Resultado?

Lo primero que vas a notar es que tu cuerpo te va a empezar a pedir ir al baño cada vez con más frecuencia, al fin y al cabo te estás metiendo cuatro vasos de líquido por cada caña que te tomas.

Además de la molestia de tener que ir al baño cada dos por tres (y perderte momentos importantes del partido en cuestión), pronto notarás que estás totalmente saciado, que no te apetece ni beber ni comer más. Has llenado tu estómago de agua y ya no te entran ni más ganchitos ni más porciones de pizza. Has ganado la batalla.

Lo del partido era un ejemplo prácticamente extremo, pero si lo llevas a tu día a día en el que sales a tomar una caña después del trabajo o sales un sábado por la noche y te tomas una copa, podrás seguir compatibilizando el hecho de beber alcohol (de manera moderada, eso sí) con el hecho de estar a dieta con el objetivo de perder peso.